jueves, 15 de mayo de 2008

PEQUEÑO RELATO

Este es un pequeño relato que se nos ocurrió después de realizar la entrevista con Eugenio Peligros. Nos dio permiso para que escribiéramos sobre él siempre y cuando no dejáramos en mal lugar su reputación de hombre honesto, honrado, justo, leal y fiel a la poesía y a sí mismo. La idea es de los alumnos, aunque en la redacción final hemos participado todos un poco.

Eugenio Peligros, un poeta indigente al que conocí no hace mucho, ha sido galardonado por el Premio Nacional de Literatura. Pero a la entrega del premio, a la que debía asistir con ropa nueva y bien acompañado, decidió no ir. Su hermano, un bien situado hombre de negocios, le recriminó su actitud de desprecio hacia tal reconocimiento.

—¿Cómo puedes rechazar un premio? ¿Es que lo desprecias todo?—preguntaba su hermano molesto.
—No desprecio el premio—aclaró al hermano—. Lo que desprecio es su mascarada. Desprecio que tenga que disfrazarme de lo que no soy para recibir un premio por la poesía que escribo, que ataca precisamente toda esa pompa y ese boato—argumentaba Eugenio—No soporto fingir que tengo una esposa cuando no la tengo ni la quiero.
—Pero, ¿qué te cuesta fingir por unas horas?—le preguntó su hermano—. Recoges el premio, dices unas palabras, les pones buena cara, les sonríes,…
—No, no y no. Tú no lo entiendes. No has entendido nunca y nunca lo entenderás—replicó Eugenio a su hermano—. No entiendes que haya gente que no tenga precio.

Cuando yo lo conocí vagabundeaba por las calles con una botella vacía en la mano, se tambaleaba y hablaba solo. Llevaba un abrigo dos tallas más pequeña que había cogido de un contenedor y unos zapatos con las suelas despegadas. Deambulaba sin rumbo por la ciudad: por el puente, la mezquita, la judería, las avenidas y los bulevares. Dormía en los bancos de los parques, las paradas de autobús o los cajeros automáticos.
Era un indigente, un vagabundo, pero era auténtico, un genio. Y escribía unos versos preciosos. Le pregunté cómo era indigente escribiendo lo que escribía. Y me respondió que porque le daba la gana.

Esta mañana me ha telefoneado al móvil desde una cabina. Ha sonado y mis alumnos me han regañado. He salido del aula un momento.

—¿Has oído lo que me quiere hacer mi hermano?—me ha preguntado.
—No.
—Quiere meterme en un manicomio. Recibir el premio por mí y quedarse con la dotación.

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